El gato es un animal ciento por ciento carnívoro y, como tal, dispone de una dentadura perfectamente adaptada para la predación, captura y masticación de las pequeñas piezas que caza. A diferencia del perro, el gato no dispone de grandes molares trituradores, característicos de la alimentación omnívora.

LA RESORCIÓN DENTAL

La padecen alrededor del 65% de los gatos, y su frecuencia aumenta con la edad. Se desconoce la causa que origina esta enfermedad, consistente en la aparición de una inflamación de los tejidos adyacentes al diente, que hace que éste vaya haciéndose progresivamente más frágil hasta romperse. La raíz se destruye, y puede dar lugar a trastornos de gravedad. Los gatos que padecen esta afección suelen babear constantemente y se niegan a comer o bien se muestran hambrientos ante su plato, sin decidirse a probar bocado. En ocasiones, el gato hace como si quisiera desprenderse de un objeto extraño usando sus patas.

EL SARRO

Se trata de una acumulación de sales minerales presentes en la saliva, y que quedan adheridas a la placa dental. Al acumularse el sarro, se inflama la encía y los tejidos que unen la pieza con el alveolo dental. Frecuentemente, el diente acaba cayendo. El tratamiento consiste en realizar al gato una limpieza bucal, que el veterinario efectuará mediante una suave anestesia. Otros tratamientos caseros no suelen dar resultado y pueden ser hasta peligrosos.

LA GINGIVITIS

La gingivitis, que consiste en la inflamación de las encías, aparece provocada por varios factores: raíces de dientes que han quedado alojadas dentro de la encía, depósitos de sarro, una alimentación inadecuada, infecciones, trastornos del metabolismo… El primer síntoma que podemos observar es la aparición de una zona roja alrededor del diente. Si la enfermedad se encuentra en sus comienzos, bastará con la administración de antibióticos. En casos más graves, puede ser necesaria la extracción de algunas piezas.